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San Valentín y la Lupercalia

14 de febrero. Día del amor, de la amistad, de comprar flores, dar chocolates, besos y, hay que decirlo, de romper corazones. ¿Cuántas declaraciones de amor no se harán en este día? Y me vuelvo a cuestionar: ¿en cuántas de ellas retumbará un contundente “no”? 

Pero alejémonos de mi pesimismo por un momento y permítanme contarles algo sobre el origen de esta fiesta. La palabra “febrero” proviene del latín februare, que significa “purificar”. En la antigua Roma, las fiestas de febrero eran fiestas de la purificación. 

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A inicios de este mes, jóvenes romanos, adolescentes que estaban a punto de pasar a la edad adulta, se reunían en los bosques cercanos a Roma, especialmente en grutas. Ahí llevaban una vida silvestre imitando a los lobos, por lo que se les conocía como “lupercuos”. Todo esto era una manera de honrar a la Lupa capitolina, la loba que amamantó a Rómulo y Remo, los legendarios fundadores de Roma. 

Hacía el 15 de febrero, la fiesta alcanzaba su culminación. Un sacerdote destazaba a una cabra para ofrecerla como sacrificio y con la piel del pobre animal hacían una especie de cinturones. Los jóvenes lupercuos, entonces, salían corriendo del bosque con estas cintas para azotar a mujeres que voluntariamente se ponían a su paso.

¿Era una especie de masoquismo? No. Aunque atroz, la idea era que, si tú recibías el cintarazo de un lupercuo, entonces serías fértil. La Lupercalia, en realidad, era una fiesta de la fertilidad. 

Al parecer, el 14 de febrero proviene de esta celebración romana, pero hay un pequeño detalle que se nos olvida: ¿y San Valentín? 

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En el siglo III, al emperador romano Claudio II se le ocurrió prohibir los matrimonios entre jóvenes. Según él, si un joven varón no se casaba, no tendría ningún vínculo sentimental que lo pudiera entorpecer en el campo de batalla. Estando solo, el joven sería más irascible, su única preocupación radicaría en hacerse valeroso y, por tanto, sería mejor soldado. 

Pero un sacerdote llamado Valentín no estuvo de acuerdo con las ideas del emperador y decidió casar a jóvenes enamorados en secreto. Cuando el emperador Claudio se enteró de esto, mandó encarcelar al sacerdote para después decapitarlo un 14 de febrero. Siglos después, en el 494, el papa Gelasio I declaró ese mismo día como el día de San Valentín, el santo del amor. Sin embargo, la historia de San Valentín y Carlos II tiene mucho de leyenda. 

Por favor, no quieran celebrar el día del amor y la amistad como los lupercales. Mejor encomiéndese a San Valentín y vayan a un restaurante. Espero que hayan hecho sus reservaciones a tiempo…

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